Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL


1705
Legislatura: 1901-1902 (Cortes de 1901 a 1903)
Sesión: 18 de febrero de 1902
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 118, 3431
Tema: Solución en el seno del Congreso de las cuestiones personales en él surgidas y planteamiento de la cuestión del duelo

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Se han planteado dos cuestiones esta tarde en el Congreso; la primera, cuestión gravísima, de gran trascendencia, nada menos que el problema pavoroso de duelo; la segunda, más concreta, la ha tratado el Sr. Romero Robledo refiriéndose al incidente provocado en la última sesión de la Cámara.

El problema del duelo ya comprende el Sr. Nocedal que no es ésta la primera vez que se plantea en la Cámara, y claro es que tratado ahora se diría poco más o menos lo que antes, porque las razones son las mismas, pero el caso es que, a pesar de haberse tratado muchas veces este problema, en la realidad, en la práctica, en el terreno de los hechos, desgraciadamente apenas hemos adelantado un paso, y no lo hemos adelantado por las razones expuestas clara y elocuentemente por el Sr. Azcárate, razones que yo iba a exponer, pero que expuestas ya por el señor Azcárate no tengo para qué repetir. No hay medio, y siento que se hayan recibido con ciertas protestas las palabras del Sr. Ministro de Gracia y Justicia, no hay medio de hacer cumplir la ley de una manera eficaz, vigorosa y decisiva en las cuestiones del duelo porque no hay nadie, Sres. Diputados, que se preste a servir a la justicia en asunto de esta índole, y desde el momento en que los personajes de mayor altura no lo hacen, desde el momento en que las personas que tienen la más alta estimación de su honra y de sus timbres, consideran vergonzoso acudir a los tribunales de justicia en denuncia de la ofensa que reciben, la cuestión del duelo ha de ser muy difícil extirparla de una manera tan radical como debiera serlo.

Claro es que no por eso los Gobiernos deben dejar de hacer todo aquello que tienda a combatir el duelo, ya que no puedan conseguir extirparlo por completo. Pero no hay que culpar a los Gobiernos de lo que pasa en esta cuestión porque el ambiente social les es contrario en la mayor parte de los casos. Vamos a hacer en la ley todas las modificaciones que el Sr. Nocedal quiera, todas las que pretendan los enemigos del duelo, entre los cuales me encuentro; vamos a ejercer toda la vigilancia necesaria contra aquellos que proyecten duelos; vamos a castigar severamente a los que los realicen; aun así y todo, no será mucho lo que podrá conseguirse por parte de éste y de todos los Gobiernos en la mayor parte de los casos.

Tratemos, pues, la cuestión del duelo cuando el Sr. Nocedal quiera. Discutiremos aquí todo el tiempo que sea necesario este interesantísimo problema; pero no se haga ilusiones el Sr. Nocedal; pecado gravísimo como lo es, y delito grave, ni evitaremos del todo el pecado, ni evitaremos por completo el delito.

La segunda parte me parece más fácil, porque, además, yo creo que no ha debido llegarse a ese extremo. Pero ya se ha llegado, y es necesario que de aquí no pase. Y para que no pase, y para que no vuelvan a ocurrir casos semejantes en lo sucesivo, no encuentro más medio que el expuesto, tan elocuentemente como acostumbra, por el Sr. Maura. Yo no sé cómo, pero el mismo Sr. Presidente, ayudado del Reglamento, y sobre todo ayudado por los Diputados, pueden evitar muchas veces estos casos. Recuerden, sin embargo, los Sres. Diputados, que por pasiones de partido, o por lo que quiera que fuera, más de una vez la Presidencia no ha tenido en su apoyo toda la fuerza que presta la voluntad de la Cámara en sus diferentes manifestaciones. Y mientras no cuente el Presidente de la Cámara con toda esa fuerza, con este Reglamento, que no le da condición alguna coercitiva, le será muy difícil impedir casos como el que estamos todos lamentando.

Pero sea el Presidente, ayudado por el Reglamento, y apoyado por la mayoría y por las minorías, sea la Mesa, cuando llegue un caso extraordinario de éstos, la que pueda servir como de árbitro, sea un tribunal, digámoslo así, compuesto de las personas más antiguas del Parlamento, algo hay que hacer para que lo que ha pasado el otro día no vuelva a suceder. Y sobre todo, por lo pronto, lo que es de absoluta necesidad es que lo ocurrido aquí el otro día quede aquí terminado, absolutamente terminado, para lo cual reclamo la voluntad de la Mesa, a la que el Gobierno está dispuesto a ayudar con todas sus fuerzas, y vista la opinión de la Cámara, también puede contar con su apoyo unánime en cuanto haya de conducir a que esto no quede pendiente; pues repito que es necesario que la sesión de hoy no se levante sin que este asunto quede completamente terminado.



VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL